El libro que tiene en sus manos responde a la humana necesidad de conocer a los demás y dejar huella de lo vivido. 'Vidas Maestras', a través de los testimonios personales aportados por docentes que acaban de alcanzar la jubilación, cumple en mi opinión con ambas premisas. De un lado, abre nuestra mente al contacto con la peripecia vital de otros profesionales que han ejercido la enseñanza y la educación en Cantabria durante las últimas décadas; de otro, nos aporta un valioso documento histórico sobre la evolución del sistema educativo.

La presente edición es la cuarta de las coordinadas por el Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela, con sede en Polanco. Curiosamente, su primer director y principal promotor de esta publicación, don Juan González Ruiz, incorpora su testimonio a la nómina de maestros/as y profesores/as que enriquecen este volumen con sus aportaciones.

Se trata, en todo caso, de un esfuerzo compartido por los autores y la Consejería de Educación que, poco a poco, van contribuyendo a crear un acerbo histórico de recursos documentales que nos ilustran e iluminan acerca del presente y del pasado. Sirva, por lo tanto, este libro para que no se pierdan los recuerdos, para que se preserve la memoria de una profesión, el magisterio, que además de una ocupación es una forma de ser, una manera de vivir que se prolonga más allá de las aulas.

Creo que servirá también de estímulo y acicate para las nuevas generaciones que acceden a una de las profesiones con mayor contenido ético, por el compromiso que implica la docencia con la infancia y la juventud.

En este sentido, VIDAS MAESTRAS rinde reconocimiento y tributo de admiración a cuantos dedicaron sus vidas a la formación de los niños y jóvenes de Cantabria. Por mi parte sigo creyendo en la importancia del ejemplo personal y en la satisfacción que se deriva del trabajo bien hecho; a sabiendas de que la buena escuela y los buenos maestros dejan una huella imperecedera en el alumnado.